11.3.11


Ya llevo dos días esperando que sedimente.
Que la purpurina termine de caer en mi lapicera de agua.
Pero entonces,
cuando todo parece estar por aquietarse,
me urge de pronto anotar una palabra.
Pucha, escribo,
y le pongo un signo de exclamación al final,
sólo al final,
uno solo,
como si así evitara algo.

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